Pregón pronunciado por D.Félix Gutiérrez Moreno, el domingo 6 de Julio de 2014 en la Parroquia del Carmen en la que contó con la intervención de la Banda de Música de la Archicofradía de la Expiración y la presentación de D.Andrés Camino Romero.
Dios
te salve Reina y Madre,
Señora
malagueña y cuna bendita
para
el mejor de los nacidos.
Dios
te salve Gloriosa marinera,
Señora
divina y jábega de
nuestros
corazones.
Dios
te salve Virgen del Carmen,
faro
de luz infinita y capitana
de
nuestro amor.
SALUDOS PROTOCOLARIOS.
AGRADECIMIENTO AL
PRESENTADOR.
Antes de esbozar las
breves líneas que hoy me traen feliz pero al mismo tiempo responsable en la
difícil tarea siempre de hablar ante cofrades entendidos y comprometidos como
vosotros, quisiera contaros una pequeña anécdota que me ocurrió allá por 1991
cuando en un estudio de radio recibí la visita de un hombre ilustre y de
corazón tan grande como los cielos de nuestra bahía.
Allí comenzaba a
experimentar la prueba de hablar en cofrade todo el año sintiendo que muchos
nos verían como algo raro.
Hablamos de Semana
Santa, de imágenes, de sentimientos. Allí ante aquel micrófono tenía la
responsabilidad de entrevistar a D. Alberto Jiménez Herrera. Y todo fue bien.
Este hombre te cautiva con su palabra, pensé. Y no andaba equivocado. A las
pruebas de todos estos años me remito.
Con los nervios del que
aún llevaba pocos años susurrando al micrófono, tras aquella charla me atreví a
escribir para la parte final y al leérselas, Alberto me dijo: - niño, has
escrito un pregón de S. Santa en un solo folio.
Ya te digo yo que
Alberto cautiva con su palabra.
Aquello fue como una
racha de aire fresco que me ilusionó a seguir siempre adelante en esta no
siempre tan gratificante tarea.
Y muchos años después,
algunos logros hemos conseguido. Ya no se ve como a un puñado de osados
aventureros. Ahora hemos conseguido respeto.
Alberto, no pudiste
estar en mi pregón pero sabes bien querido maestro que aquella noche fuiste el apoderado
en la alternativa de este aprendiz de ser humano tras las bambalinas.
Gracias, buena persona,
amigo y maestro.
Tradicionalmente, se ha
hecho derivar la palabra “Carmelo” del hebreo “Karem El”, que significa “jardín
de Dios” o “viña de Dios”, aunque también se puede traducir sencillamente por
“huerto” o “vergel”. La Biblia lo describe como un paraje hermoso y rico de
frutos.
Ese paraje yo lo
conozco y su fruto también.
Aquí en Málaga, un
lugar recoge aromas de mar y tierra al mismo tiempo. Y allí vive la niña de la
carita de Reina.
Ella se llama Carmen y
su pequeño, Jesús. Y así de sencillo os lo puedo contar; sin pedanterías ni
adornos. Con la humildad del que se siente recompensado en la dicha de poder
hablar aquí esta noche.
En esta tierra, en esta
calle y esta Iglesia se viene a citar uno de los más importantes símbolos del
cariño y la devoción mariana; un escapulario.
Nunca olvidéis los tres
grandes significados de portar con orgullo y honor un escapulario:
-
El amor y protección maternal de María.
Siempre una madre cobijará a su hijo.
-
La pertenencia a la propia Madre, lo
cual convierte ese escapulario en símbolo de consagración a María, y
-
Precisamente esa consagración que no es
otra cosa que entregarnos sin medida en la extensión de la palabra de su hijo.
Un escapulario, escapulario
de eternos suspiros como muestra de su protección. Allá se encierran lágrimas y
alegrías, oraciones y muchas salves cantadas desde corazones agradecidos.
En esta tierra de María
Santísima todos somos marineros que remamos al son que la misma vida nos va
marcando. Y es a veces, cuando sin darte cuenta, sientes que el cansancio ha
dejado varada tu jábega en la bahía de los sentimientos más escondidos.
Entonces llega la oscuridad de la noche y buscas un faro donde encontrar la luz
del camino que te guíe.
Y el amor anda suelto
por estas naves. Todos los días del año.
En estas fechas quizás
más que nunca. Con la sencillez del que esboza un rezo, con la humildad del que
pide por necesidad, con el desconsuelo escondido en una plegaria o el cariño
del que te guiña un ojo siendo cómplice junto a tu hijo de la verdadera razón
de sentirse cristiano en este Carmelo malagueño.
Y así, miramos a María
intentando comprender y ver una respuesta que sea modelo inspirador de nuestra
vida. Así estaremos un poquito más cerca de Él también. Y poco a poco vamos
encarnando nuestra identidad sintiéndonos generosos y agradecidos.
Escribió en cierta
ocasión William Shakespeare que: “cuanto más grande es la prueba, más glorioso
es el triunfo”.
Y de eso aquí sabemos
mucho, de pruebas que a diario toman el pulso de nuestro discurrir. Ella ha
sido muchas veces la llave que ha conseguido abrir el baúl de las pruebas más
duras y que al mismo tiempo glorifican el sentimiento de sentirse vivo cerquita
de su cara.
Y su cara es de
frescura, de olor a salitre y belleza de joven madre. Su cara es el amanecer de
nuestras calles y el ocaso de de penalidades cotidianas que desaparecen al hincarnos
de rodillas ante ti o cerrar nuestros ojos en la visión más hermosa que un
sentimiento te trae.
Cada uno a su manera,
cada cual en su momento, cada quien con sus cosillas pero todos unidos
sintiéndonos cristianos agradecidos.
Señora, Virgen del
Carmen de mi Málaga, eres parte de esa esperanza en una nueva vida, Gran Poder
ante la incomprensión de otras cosas cotidianas y Misericordia misma junto a tu
calle.
Señora, Virgen del
Carmen de tu barrio, si supiera cantar te cantaría la salve más íntima jamás
cantada. Pero solo puedo regalarte mis palabras, solo puedo subir el tono de mi
voz en una confesión pública de adhesión a la Cruz que tu propio hijo porta
unos metros más allá. Y ya lo dije y lo repito, esa es la Cruz que tanto hoy
parece molestar.
Pero tú no te vayas a
preocupar que para eso aún queda tiempo. Ahora lo tienes en tus brazos y aún
puedes cantarle una nana cada noche antes de dormir. Ahora puedes seguir
acariciando su pelo y narrarle mil historias de cosas que aquí te cuentan los
que vienen a visitarte.
Y esta es mi forma de esbozarlo.
Y por todo eso a veces
contar esto no tiene una explicación lógica.
Déjame que te pregunte:
¿Por qué te sientes
atraído; quizás por el aroma de su rostro?
¿La fe? ¿Una promesa o
unas gracias?
Unas veces te llega
porque así lo has vivido desde pequeño, en tu familia. Otras pueden ser por
tradición.
Algunos la descubrieron
por pura casualidad y da lo mismo, no importa el como, sólo el por qué.
Y el por qué lo escribe
cada uno de sus hermanos y devotos día a día.
Es la confianza en la
dulzura de su maternidad divina, el anhelo, la bendición, la fe que hoy se
viste con hábito carmelita.
Es el paseo de cada
mañana hasta las naves de esta Iglesia, la recompensa de mirar tantas veces aquella estampa o el
recuerdo de tiempos que no han de volver pero que llenan páginas de dibujos
imaginados junto a su pequeño y quedan grabados a fuego eterno en el corazón
más humano.
Y su pequeño anda feliz
y contento. El pequeño marinero, hijo de la capitana del mayor galeón de la fe,
anda mirando las cuentas de un rosario que en esta noche es ancla donde
afianzar el barco de nuestras cosillas; esas que nos hacen estar vigilantes
durante la travesía de la propia vida.
Y en la propia vida; un
rosario nos regala para contar poco a poco como se siente el alma de un
archicofrade del Carmen de Málaga o de un cristiano más que viene ante su
divina presencia.
Junto a su niño, vamos
honrando a la Madre de Dios en un rezo que es vivencia propia; meditamos y al
tiempo, aceptamos la propia cruz de la vida que nos llevará a la felicitad
eterna.
Porque ella, la Virgen
del Carmen también llevó su cruz. Se enfrentó y lucho frente a problemas y
necesidades; y no decayó.
Vio como a su pequeño
lo llenaban de humillaciones y desprecios. Y sin embargo supo reponerse y estar
a la altura. Muchos años han pasado ya, pero en el fondo siguen siendo cosas
parecidas.
Y cosas parecidas son
las que ocurren cada año cuando el amanecer de un día concreto nos trae el
revivir de un barrio que se ha ido transformando con el paso del tiempo.
Y en ese amanecer
vuelven paisanos a pasear por tu Iglesia y tus calles ya casi irreconocibles. Y
ocurre algo que sólo algunos días al año se me antoja posible de suceder. Será allá
por la Semana Santa en una noche del Jueves Santo y será también por estas
fechas del mes de julio.
Muchos recrearán aromas
del pasado más lejano. Paseos cogidos de la mano de nuestros padres en busca de
la marinera más guapa y bonita de Málaga entera.
Otros contarán cientos
de historias y siempre ella será la protagonista de las vicisitudes que
quedaron enraizadas bajo su manto o cerca, muy cerquita de su cara.
En ese discurrir, en
esos días, el olor del café mañanero o el chocolate con churros, volverá a ser
como fue. Ese que siempre quedó grabado en nuestra mente.
El paseo nos irá
mostrando imágenes que parecerán ancladas en el blanco y negro de hace muchos años
ya. Esa es la forma en la que vosotros, archicofrades, vais escribiendo la
historia y transformando las páginas del libro de vuestras creencias.
Y tal y como lo he
dicho en alguna ocasión, en ese libro tenemos cabida todos y cada uno de
nosotros. Cada uno a su forma y manera debe dejar plasmada las líneas de sus
sentimientos para que generaciones venideras puedan ensalzar su pasado y
reconocer que no todos los tiempos fueron buenos, saber enseñar que muchos se
dejaron y se dejan horas de esfuerzo y sacrificio en torno a una creencia, una
imagen, un barrio, un mar y una ciudad.
Y esa será la forma de
avanzar por el camino del mismo Dios.
Nunca te puedes olvidar
de ella, siempre su verdad prevalecerá ante las dificultades que pasamos. Por
eso esta noche vengo aquí a pedir que sean sus manos las que bendigan cada
rincón de vuestros hogares y a vuestras familias y amigos.
Vengo a pedir que os
deje mantener la misma ilusión de cuando erais unos chiquillos que soñaban con
ser hombres y mujeres marineros para poder enrolarse en el navío de su rostro.
¿Quién no quisiera
volver a ser como su niño para intentar ser acunado también entre sus brazos?
¿Quién no quisiera
tenerla un ratito a solas para contarle nuestras cosas más cercanas?
Pues aquí la tenéis.
Ella se entregó también a vosotros bajo el rostro caído de su niño en el
madero. Se hizo madre de cada uno de nosotros y velará siempre a nuestro lado.
Pero ahora es tiempo de
Gloria. Tiempo en el que el verano se hace hueco para tenerla también para sí.
Y así ocurrió, ocurre y
ocurrirá año tras año.
Podrán cambiar muchas
cosas pero jamás se agotará la llama de la devoción malagueña hacia su Virgen
del Carmen.
Y ella volverá a
irrumpir en nuestras calles. Y será tiempo de levantar la voz para decir bien
claro:
Que el viento de la
bahía la peine para estar más guapa, como si eso fuese posible.
Que las olas de nuestro
mar luzcan sus escapularios bordados entre el salitre y la marea.
Que las sirenas del
muelle suenen tocando a gloria divina.
Que el incienso dibuje
su rostro entre perfume de amor.
Que sea la música y sus
hombros siempre fieles la que la lleven hasta el mismo corazón de nuestra
Málaga.
Dios te salve, María.
Virgen del Carmen, mujer malagueña.
Llena de gracias eres,
patrona del mar de nuestras vidas.
El Señor siempre entre
tus brazos.
Bendita mujer entre
todas y bendito ese niño fruto de tu vientre.
Y no nos cansaremos de
gritarle vivas y piropos que acrecienten en los que aún dudan, la esperanza en
la fe que vamos derramando al paso de su divina Majestad Coronada.
Y ella volverá a
irrumpir en nuestras calles. Y será tiempo de levantar la voz para decir bien
claro:
Que muchos habrá que
quizás no te conozcan pero quedaran ensimismados ante la presencia de la que va
presta a bendecir las aguas que andan desde bien temprano algo nerviosas.
Que esta ciudad dejará
de mirar a Gibralfaro, la Catedral o la Alcazaba para intentar esculpir besos
de brisa malacitana y poder acercarse a tus mejillas.
Que hoy eres la
capitana del mayor mercante que existe; hoy portas la red en la que quedarán
atrapados los barcos de la bahía, siempre cerca también del tuyo.
Y te seguirán muchos
otros, como cada año. Y en cada uno de ellos una historia. Seguramente, la más
importante de sus vidas. Y en cada uno de ellos habrá palabras de súplica en la
esperanza de tu intercesión.
¿Cuántas veces habrán
pronunciado tu nombre hoy mismo?
Mira Señora bendita del
Carmen como te mira esa vecina que viene casi todos los días a visitarte. Ella
sabe que la escuchas. Ella siente que la quieres. Ella da gracias por poder
sentir que nada de esto caerá en saco roto.
Mira Señora bendita del
Carmen como ese chiquillo no pestañea cuando pasas por su lado. Míralos a todos
y siéntete feliz.
Mira Señora bendita del
Carmen como seca una lágrima ese pescador curtido bajo la brisa y el salitre.
Mira Señora bendita del
Carmen como mis palabras intentan anidar también cerca de tu corazón.
Y así, Málaga entera
será el escapulario que te cobije un año más.
La vida ha querido que
desde hace ya algunos meses que mi lugar diario de trabajo se encuentre muy
cerquita de esta Iglesia.
Desde entonces, entro a
visitarte muchas mañanas, compartimos unos minutos de silencio cargados de
palabras; quizás todas esas palabras que han ido faltando a la hora de esbozar
estas líneas. Pero tenéis que entender que, cuando uno sube a un atril y enseña
el corazón ante muchos desconocidos, no es ajeno al día a día, a los besos de
Judas, a las falacias y engaños que forman parte de nuestra vida. Algo habré de
dejar para que sean solo sus oídos los que resulten confidentes en mañanas de
sufrimiento.
Pero eso ahora no toca.
Me contaba una vecina de esta zona que el barrio ya se hizo viejo. Pero que a
pesar de todo, aún perdura la sensación especial en ese momento en el que
atraviesas el dintel de la puerta y sales a tus calles; entonces todo se
transforma.
Su gente está aquí, es
como compartir una misma filosofía ante la vida, una costumbre, una necesidad o
iguales sentimientos. Por momentos, somos una única familia bajo el mismo
nombre y apellidos.
No puede sentirse uno
carmelitano y archicofrade si no es consciente del diario peregrinar por la
senda que ha de llevarnos a su rostro. Con humildad, trabajo y entrega; dejando
atrás obstinaciones y críticas, y derribando los castillos que muchas veces
edificamos en la arena.
Démonos esta noche la
mano para tomar los caminos juntos y llevar a la niña de la mar en calma hasta
una Málaga que anda ya esperando hace rato.
Salve estrella de los
mares,
Que al igual que en
tierra unas veces paces mansa y otras casi toda alborotada, como la propia
vida.
Salve señora de Málaga
entera,
Que con tu presencia
llenas vacíos que parecen irremplazables.
Salve prisionera de
Dios y cuna para tu niño,
Que al mirarlo
comprendemos mejor los sufrimientos.
Salve faro de mi barca,
Que marcas el camino
cuando el rumbo se pierde.
Que la brisa que has
traído desde el muelle sea también promesa junto a tus hermanos en el encuentro
con las calles de esta hermosa tierra.
Que el trabajo que
durante todo el año realizan de forma callada cuando se encierran a limpiar,
ordenar o simplemente charlar sea recompensado con tu propia bendición.
Anda el gentío
esperándote, no os vayáis a entretener. Vamos al encuentro de un pueblo que
entiende esta forma de sentir de tantas maneras diversas como olas nos trae
nuestro mar.
Y entre el gentío, una
señora la acompaña tras su trono.
¿Por qué la sigue le
pregunté?
Por amor, me contestó.
Nada más que por amor. No necesito más.
Ella es el lado de la
Misericordia del mismo Dios. Por ella sola vale la pena un gran esfuerzo.
La caridad tiene rostro
en su rostro, luz en sus ojos y resurrección en sus brazos.
El tiempo parece
detenerse y la razón se arrodilla ante ella.
Lo hago por eso, por
amor, nada más que por amor.
Y así la marcha
continúa.
Y la Virgen toca tierra
entre olas que la despiden y corazones alborotados que la esperan. Júbilo de
gloria divina en la tarde malagueña.
Me contaron que las
olas han murmurado entre ellas que cada año viene más guapa. No hay por más que
mirarla a la cara, se decían unas a otras.
Y sintieron algo de
envidia cuando se adentro en el corazón de su ciudad.
Hoy todos somos
pescadores que intentarán agarrar el varal de su trono para contarle a Málaga
entera que aquella que se ofrece sin pedir nada a cambio y traspasó las
fronteras del sacrificio viene de paseo con su niño por las calles de la tierra
donde habita.
Y a golpe de corazón y
mucho esfuerzo día a día la música se hace hueco. Ellos, los músicos, son ahora como un coro celestial
que la acompaña tras su manto. Y también
en pos de rostro caminan promesas que encierran un deseo a realizar.
Y así, la vecina de
esta Iglesia, con su pequeño Jesús, se pasea en nuestras calles.
Y las farolas
malagueñas son ahora remos que rinden homenaje a la mejor de las nacidas. Los
edificios jábegas y nuestros corazones tambores que tocan a redoble casi con
descontrol.
Filas de pescadores han
quedado atrás en el puerto y ya la echan de menos.
Vamos a verla pasar,
sintámoslo como si fuese la última vez.
Malagueño, ¿Qué es lo
que te trae hasta aquí?
Malagueño, ¿Cuéntame lo
que no se ve?, aquello que siente, aquello que te desgarra de amor por dentro.
Malagueño, ¿Qué te mueve a acompañarla?, dímelo para que yo así
lo pueda también contar.
Hombres de su trono,
mecedla, mecedla para que su hijo sienta que este paso marinero es dulzura
acompasada en la cadenciosa estampa de su belleza.
Y seguid todos
trabajando por un futuro mejor, hacer de su amor una forma de vida cristiana
que os llene a cada momento. Sentíos orgullosos archicofrades. Gritadlo a boca
llena.
La Madre del mismo Dios
chiquito, ella, Gran Poder ante cualquier circunstancia, quiere en estos días
acercarse a su gente más que nunca. Y la estaremos esperando como sólo ella
merece.
A una madre, todo. Y
ella, que con su nombre es cuna y origen de otras muchas hermandades anda
sonriendo a su paso. Se la ve feliz y no es para menos.
Hermanos míos que a
partir de hoy lo sois, salid presurosos y mostrad que la fe, el amor, la
esperanza y la propia misericordia en Málaga tiene nombre propio. Virgen del
Carmen Coronada y malagueña. Que así sea.
He dicho.
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